29/04/2020
Hace meses, antes de que llegase a nuestras cotidianas vidas este enorme shock, cuando menos mortal, emocional, económico, cultural y social, consecuencia de la brutal pandemia del coronavirus que nos ocupa, una fría madrugada del invierno de 2019 tuve la fortuna y la gran oportunidad de visitar Mercamadrid.
Como economista de empresa, lo que más me llamó la atención de este gran mercado fue ver tanta mercancía y ni un solo precio. Las cajas de fruta y verdura se amontonaban ordenadamente en los pasillos, pero no era posible saber cuánto costaban. Porque son los responsables de cada empresa mayorista (800 asentadas) los que negocian el precio con sus clientes, que tienen mayor o menor capacidad dependiendo del volumen de compra. El libre mercado es el que impera en este inmenso lugar de distribución.
Mercamadrid, S. A., cuyos accionistas mayoritarios son el Ayuntamiento de Madrid (51,13%) y la empresa pública Mercasa (48,63%), ha publicado su Cuenta de Pérdidas y Ganancias de 2019, y supera los 30.000.000 de euros en ingresos, con un beneficio neto de 8,2 millones de euros. La actividad comercializadora de las empresas instaladas en el recinto ha crecido un 10,7%, con la venta y distribución de más de 3 millones de toneladas de alimentos, superando los 2 millones de toneladas de frutas y hortalizas.
El 77% de los productos comercializados es de origen nacional, colaboran más 9.000 trabajadores, y diariamente acceden de media a este a este gran centro de la alimentación fresca,15.000 vehículos y 20.000 personas. En 2019 se han llegado a vender en un solo día 18,48 millones de kg de alimentos para su comercialización, accediendo para ello 869 camiones abastecedores.
Para hacernos una ligera idea de la ingente cantidad de productos que pasan por ese mercado magno, en los cuadros adjuntos se recogen los kg de alimentos más vendidos en sólo un semestre de 2019.
Lo curioso es que en estos duros días en los que estamos siendo invadidos por ese enemigo viral se puede observar el gran surtido de frutas, verduras, carnes y pescados, expuestas en las estanterías tanto de las grandes superficies, como de las pequeñas fruterías, carnicerías y pescaderías de nuestro querido Madrid.
Hoy, los recuerdos de aquella visita me resultan más vivos, y me emociono y me pregunto por qué parte de los tan merecidos aplausos que le dispensamos al personal sanitario diariamente al anochecer, no se los dedicamos a aquellos que sin fallar un solo día, hacen posible que esos productos frescos lleguen a nuestras casas en perfecto estado de conservación.
Entre ese personal a encomiar de forma plausible, deberíamos ser justos e incluir también a aquellos funcionarios del MAPA que tanto han tenido que ver con impulsar esos grandes y bien surtidos mercados de abastos, como es el referido Mercamadrid.
Lo anterior lo pido por partida doble porque tengo el honor y el orgullo de ser productor de carnes de porcino, vacuno, y ovino procedentes de las dehesas de Extremadura, además de consumidor final de esos productos en los pequeños comercios e hipermercados de toda España en general, y en especial de los de Madrid.
Mis colegas de otros países en contacto conmigo me escriben emails y whatsapps, me telefonean, y llama poderosamente mi atención, que todos se están alarmando en general de forma unánime, y en particular los italianos, quienes me dicen que en Palermo hay personas pidiendo la rebelión porque los recursos económicos no alcanzan tras el confinamiento y los alimentos no llegan a los lineales de exposición para su venta con la regularidad que lo hacían tiempo atrás, y que esa seguridad alimentaria que propugnaba la UE con el mercado común europeo, está haciendo aguas en varios países de Europa y en otros del mundo, a excepción de España, como he explicado desde mi percepción como productor y consumidor en líneas anteriores.
En ese sentido, y en estos tiempos que corren, es justo destacar el Programa de Sostenibilidad Integral de la Industria Agroalimentaria del que el antiguo Ministerio español de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA), que surgió con el objetivo de mejorar las condiciones económicas, sociales y ambientales del sector, fomentando la eficiencia y la creación de valor a través de una mejora de la sostenibilidad de la industria agroalimentaria en sus tres vertientes: ambiental, social y económica. Dado el estratégico y potencialmente vulnerable sector agroalimentario, una de las políticas prioritarias de aquel Ministerio fue mantener y fomentar la actividad productiva agroalimentaria.
En este contexto, y con el convencimiento de que la sostenibilidad era una oportunidad y una necesidad para el futuro de la industria agroalimentaria, el Departamento desarrolló el mencionado programa.
Porque como sabemos, el agroalimentario es un sector estratégico para la industria española, con más de 30.000 empresas y una facturación anual superior a 100 mil millones de euros, la sostenibilidad es el único modelo de futuro ya que los recursos naturales son finitos y la demanda del consumidor final continúa aumentando. Más del 50% de los europeos está dispuesto a pagar más por productos elaborados de forma sostenible, y también el 90% de los españoles le demanda más a su industria agroalimentaria.
El principal eje vertebrador del mencionado Programa era mejorar el sector agroalimentario español, aunque como objetivos secundarios también pretendía establecer enlaces entre las distintas empresas y administraciones del sector para facilitar un lugar en el que poder debatir sobre sostenibilidad y establecer herramientas de valoración de la sostenibilidad de la industria y posibilitar el establecimiento de esquemas de certificación.
La finalidad de este programa era dar apoyo a las industrias agroalimentarias de España para mejorar sus cuentas de resultados a través de la mejora de la eficiencia productiva. Esta eficiencia se ha alcanzado, entre otros, a través de una adecuada sostenibilidad industrial.
'Seguridad alimentaria' surge como término hacia 1970, basado en la producción y disponibilidad alimentaria a nivel global y nacional. En 1980, se añadió la idea del acceso tanto económico como físico. Y en la década de 1990, se reafirma la seguridad alimentaria como un derecho humano. Según la Organización mundial para la Agricultura y la Alimentación (FAO): “La Seguridad Alimentaria a nivel de individuo, hogar, nación y global, se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana”.
Gobernantes de muchos países del mundo y de la UE reafirmaron, en la declaración de Roma sobre la seguridad alimentaria mundial, que “todo ser humano posee el derecho a tener acceso a alimentos sanos y nutritivos, en consonancia con el derecho a una alimentación apropiada, y con el derecho fundamental de toda persona a no padecer hambre".
El derecho a estar protegido contra el hambre es fundamental. El Estado tiene la obligación de asegurar, por lo menos, que las personas no mueran de inanición.
El Gobierno tiene la obligación de hacer todo lo posible por promover un disfrute pleno del derecho de sus ciudadanos a tener alimentos adecuados en su país, es decir, las personas deberían tener acceso físico y económico en todo momento, a los alimentos en cantidad y de calidad adecuadas, para vivir saludables y activos.
Entiendo como productor de alimentos, que para ser los adecuados deben ser culturalmente aceptables y que se produzcan de forma sostenible para el medio ambiente y la sociedad.
El suministro no debe interferir con el disfrute de otros derechos humanos, es decir, no debe costar tanto adquirir suficientes alimentos para tener una alimentación adecuada, que se pongan en peligro otros derechos económicos en detrimento de otros, y eso es precisamente de lo que se ocupa Mercamadrid.
El ejemplo de las dehesas extremeñas en el sector cárnico
Un ejemplo de productores de carnes con excelencia que llegan a nuestros mercados, son las dehesas de Extremadura. En esas dehesas, tanto la carne como los derivados del cerdo ibérico (sector que supone más del 50% del PIB agrario extremeño), así como la carne de ternera con origen en Extremadura (IGP Ternera de Extremadura), que ya alcanza aproximadamente los 5 millones de kg certificados en cada uno de los últimos años, lo que representa un salto cuantitativo del 600%, podemos afirmar que constituyen dos modelos de éxito, consolidado y emergente respectivamente, en cuanto al aprovechamiento y la potenciación de los recursos endógenos de esa región.
Las características particulares sobre composición y calidad de estos dos tipos de carnes (de cerdo ibérico y de ternera IGP), se adaptan a las demandas actuales de los consumidores y pueden considerarse como prototipo de carnes de la dehesa y resultan clave para seguir incrementando las expectativas del mercado.
No así la cabaña ganadera ovina, que no es capaz de seguir esa tendencia alcista en su consumo, e incluso desciende año tras año. Pero es que apenas ha sido estudiada y caracterizada este tipo de carne de cordero con vistas a obtener una carne de calidad diferenciada, aunque algunos trabajos sobre la carne de la raza merina, base de la cabaña ganadera extremeña (proveniente de las que criaran aquellos monjes jerónimos del monasterio de Guadalupe entre 1389-1835), han revelado que cuenta con las preferencias de los consumidores. Y difícilmente se puede pretender mantener un aumento continuado en la escala de producción sin un adecuado conocimiento de las bases científico-técnicas que sustentan la calidad de las piezas certificadas.
Conclusiones
España goza de un sistema de producción y abastecimiento muy sólido en toda la cadena agroalimentaria, esto es posible gracias al esfuerzo conjunto de muchas personas involucradas en el proceso de producción y comercialización.
El reto de mantener esta imagen de calidad diferenciada de otras muchas, se ve facilitada, cuando su comercialización tiene lugar a través de los excelentes canales como Mercamadrid, por ejemplo.
Extremadura cuenta con productos de sus dehesas, certificados y amparados por marcas de calidad que ya son un paradigma de éxito, como es la denominación de origen DO Dehesa de Extremadura, y la IGP Ternera de Extremadura.
Todo lo anterior justifica con creces la emoción, el privilegio y el orgullo, que supone ser productor de alimentos de calidad procedentes de las dehesas de España en Extremadura que vemos cada día en las estanterías de nuestros mercados.