Economía

Sin paz no se detendrá el aumento del hambre

27/05/2022

Por Mario Lubetkin. Subdirector General de la FAO

Como pocas veces en la historia reciente, los temas relacionados con los sistemas agroalimentarios y la seguridad alimentaria mundial están en el centro de los debates y de las acciones globales y regionales, en la búsqueda de posibles soluciones tendientes a evitar el rápido agravamiento del hambre en el mundo, a partir de la guerra y otros conflictos. Asimismo, se busca acelerar los esfuerzos encaminados a transformar los sistemas agroalimentarios garantizando el desarrollo inclusivo y respetuoso del medio ambiente y lograr una mejor nutrición.


“La paz es fundamental para proteger a las personas del hambre”, señaló reiteradamente en los principales foros mundiales el director general de la FAO, Qu Dongyu. 
Para Qu, Ucrania es obviamente el país más afectado por la guerra debido al sufrimiento humano y la destrucción de las cadenas de valor y suministro alimenticio. Sin embargo, las consecuencias de este conflicto las están padeciendo también los países de bajos ingresos e importadores de alimentos que dependen de Rusia y Ucrania para el suministro de alimentos, cereales, combustibles y fertilizantes, especialmente en África y Asia, ya que se enfrentan a un aumento sin precedente del precio de los alimentos. 

A fines de marzo del corriente año, a poco más de un mes del inicio de la guerra, los productos alimenticios aumentaron 12,6%, el más alto incremento desde 1990, según datos de la FAO. A finales de abril, los precios descendieron levemente, sin embargo, las perspectivas de los próximos meses no parecen alentadoras.

Inseguridad alimentaria 

Según un reciente estudio de la FAO, del Programa Mundial de Alimentación (PAM), y de otras instituciones, ya en 2021 alrededor de 193 millones de personas en 53 países padecían inseguridad alimentaria aguda y necesitaban asistencia muy urgente, casi 40 millones más que en 2020, y se prevé que las cifras seguirán aumentando en el 2022 de mantenerse guerras y conflictos. Solo Afganistán representa aproximadamente 20 millones de personas, la mitad de su población, a lo que se suman cifras muy altas también en Somalia y Sudan del Sur y Yemen. 

Las guerras y conflictos han empujado a más de 139 millones de personas en 24 países hacia esta situación dramática, los fenómenos meteorológicos extremos han sido los responsables del hambre extrema para otros 23 millones de personas en 8 países, mientras que las perturbaciones económicas han afectado a nivel extremo a 30 millones de personas en 21 países, lo que demuestra la relación cada vez más estrecha de los conflictos, el cambio climático, las crisis económicas y financieras, así como los problemas energéticos y sanitarios con la lucha contra el hambre. 

Todo esto en un cuadro ya desmejorado por los efectos de la COVID-19 de estos últimos años, que agravó ulteriormente la situación de personas que pasan hambre que, al inicio de la pandemia, superaban los 800 millones, cifra que los efectos de la COVID-19 incrementó de 100 millones, sin contar los problemas de mala nutrición que afectan a más de tres mil millones de personas. 

La guerra aumentó los precios, en especial del trigo, maíz y semillas oleaginosas, así como de los fertilizantes. Estos aumentos se suman a los incrementos ya elevados en el peor período de la pandemia de la COVID-19. 

Las previsiones de exportación de trigo de Rusia y Ucrania se han revisado a la baja, y si bien otros actores como India y la Unión Europea han aumentado sus ofertas, las soluciones siguen siendo muy limitadas, por lo que se prevé que los precios se mantengan elevados. 

Entre los países que pueden verse más afectados por su dependencia de la importación de trigo de los países europeos en guerra están Egipto y Turquía, así como varios países africanos como Congo, Eritrea, Madagascar, Namibia, Somalia y Tanzania. Asimismo, entre los países que dependen en gran medida de los fertilizantes importados de Rusia se encuentran exportadores de cereales y productos básicos de alto valor como Argentina, Bangladesh y Brasil. 

Para afrontar esta difícil realidad de un grupo cercano a los 60 países, la FAO está proponiendo en los principales foros internacionales, como el G7 realizado este mes en Stuttgart, Alemania, la creación de un Fondo de Financiación de Alimentos de alcance mundial para ayudar a los países más afectados a hacer frente a la suba de los precios de los alimentos y así contribuir a aliviar la situación de 1.800 millones de personas. 

Respaldo institucional 

Para garantizar una mayor transparencia de los mercados, esta Agencia especializada de las Naciones Unidas, impulsa fortalecer y ampliar, junto a los países del G-20, el Sistema de Información sobre el Mercado Agrícola (SIMA), una plataforma interinstitucional concebida para mejorar la transparencia de los mercados de alimentos, establecida en el 2011 por los países más poderosos del mundo tras el aumento de los precios de los alimentos a nivel global registrado en 2007/2008 y 2010. 

En paralelo, se está buscando respaldar con acciones rápidas a las familias rurales ucranianas para que puedan cultivar a tiempo para la cosecha que inicia en los próximos meses, ya que representa una fuente esencial de ingresos para los 12 millones de habitantes de las zonas rurales de ese país, (casi una tercera parte de su población), distribuyendo por ejemplo insumos para la plantación de papas a miles de productores en, al menos, 10 provincias y haciendo transferencias económicas focalizadas. 

Afrontar estas emergencias en dramático crecimiento, invertir en los sistemas agroalimentarios más saludables, nutritivos y equitativos, aplicar con mayor intensidad la ciencia y la innovación en estos procesos y reducir la perdida de alimentos puede resolver la situación alimenticia de centenares de millones de personas. 

“El tiempo es corto y la situación es grave” alertó Qu en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. 

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