Economía

Ganadería extensiva  y zapaterías de barrio

26/11/2019

Por Jesús López Colmenarejo, director ejecutivo

Todos conocemos un comercio de proximidad en nuestro barrio o nuestro pueblo. O lo conocíamos, porque tristemente nuestra sociedad ha cambiado tanto en los últimos años que muchas de estas tiendas se han visto abocadas al cierre.


Las ventajas de estos pequeños comercios surgen en nuestra mente en cuanto nos detenemos a pensar un poco. Comprar en ellos genera riqueza en nuestro entorno más inmediato, se fomenta una relación más humana con los dependientes o propietarios del mismo, se “da vida” al barrio y se utiliza menos el coche, con lo que de paso se mejora la calidad del medio ambiente; se crean puestos de trabajo estables en nuestro entorno y, sobre todo, se crean vínculos de confianza entre personas que muchas veces se conocen por su nombre.

Si son tantas las ventajas, ¿por qué el goteo de cierre de comercios de barrio no cesa? En mi día a día constato que cerca de mi casa hay cada vez menos zapaterías, pero, por otra parte, cada vez percibo más y más gente visitando centros comerciales.

Las justificaciones para este cambio de hábitos por parte del consumidor son variadas. El principal es que las franquicias o grandes superficies, por su propia estructura de costes, venden (como norma general) productos más baratos que los de una tienda de proximidad, y el precio es clave en la decisión de compra.

Entonces, ¿están destinadas todas las pequeñas tiendas a desaparecer? Quizás lo estén aquellas que sigan mirando al pasado con nostalgia, aquellas que culpan al consumidor de sus pocas ventas pero no están dispuestas a preguntarse qué pueden hacer para sobrevivir en un mundo de gigantes.

Hace pocos días compré un par de zapatos en una tienda que aguanta bien el tirón. Tiene una oferta ajustada al perfil de su cliente medio (no demasiado amplia para evitar almacenamientos inútiles), el dependiente estuvo atento y me sugirió modelos de zapatos según para lo que fuera a usarlos, no eran especialmente baratos pero las marcas en venta eran de calidad y no eran las mismas que en la gran superficie de al lado... Seguramente volveré a comprar allí cuando quiera un buen par de zapatos.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la ganadería extensiva? Esta comparación me ha parecido muy adecuada tras la celebración del I Congreso Hispano-Luso de Ganadería Extensiva en Sevilla, un evento en el que colaboró nuestra Editorial y del que hay un completo reportaje en las páginas de este número de “Ganadería”.

Entre las conclusiones que surgieron del Congreso está el beneficio que aporta la ganadería extensiva al medio rural. De estas granjas depende la economía de cientos de pueblos, el mantenimiento de hábitats naturales como la dehesa española o el montado portugués, el patrimonio cultural vinculado a estas producciones o los alimentos de alto valor que se producen en ellas...

Evidentemente la ganadería extensiva no podrá competir nunca en igualdad de condiciones económicas con las producciones intensivas, pero, de igual manera que pasaba con esas zapaterías de barrio que mencionaba antes, sus propietarios deberán repensar su negocio para seguir en el mercado.

¿Busca el consumidor alimentos de alta gama, respetuosos con el medio ambiente, con una (o muchas) historias que contar detrás, que al comerlos o beberlos apelan a sentimientos? Estoy convencido de que la respuesta es sí, ya que aunque quizás no sea para alimentos del día a día, hay nicho de mercado para aquellos productores que lo vean claro y quieran diferenciarse.

El negocio no es sencillo, pero, lo que seguro no será, es como el de nuestros abuelos.

La ganadería extensiva tiene mucho futuro, pero solo para aquellos que sepan contar sus valores añadidos y para los que sepan llevar los alimentos producidos en ella a las mesas de los consumidores que los valoren.

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