Economía

Mano de obra y precio de los alimentos: bolsos de Gucci a precio de Zara

21/04/2023

Hay conceptos que son difíciles de entender si no se profundiza en ellos. Este es el caso del denominado “holgura del mercado laboral”, un término que marca la diferencia entre la cantidad de empleos que se demandan en un país y los que se ofrecen.

Por Jesús López Colmenarejo, director ejecutivo de Grupo Editorial Agrícola - Henar Comunicación


España encabeza el ranking de la UE en este concepto, ya que alrededor del 20% de nuestra población activa (aunque cueste creerlo) manifiesta que estaría dispuesta a trabajar más de lo que ofrece el mercado. Y hablamos tanto de personas que trabajan a tiempo parcial y querrían trabajar más horas como los que demandan un empleo (pero no de forma inmediata) más los desempleados dispuestos a trabajar pero que no buscan empleo.

Vista esta circunstancia ¿cómo es posible que en un país como España con una cifra de desempleo de más de 3 millones de personas y en el que una quinta parte de su población activa demandaría más trabajo, cueste encontrar empleados para cubrir unas 100.000 vacantes, unas cuantas en el sector ganadero?

La justificación de este hecho es muy diversa, pero entre las causas se me ocurren, por ejemplo, unas condiciones laborales duras propias del trabajo con animales, el desconocimiento de las labores pecuarias, la lejanía física y psíquica entre campo y ciudad… 

Esta dificultad para encontrar mano de obra en el campo tiene como efectos secundarios el abandono de explotaciones, la escasa cualificación de los trabajadores que se incorporan o que exista una creciente necesidad de inversión en tecnología que dificulta el coste de producción. Da para mucho, pero por cuestión de espacio querría centrar mi reflexión en una de las consecuencias que hoy en día está totalmente de actualidad: el precio y la disponibilidad de los alimentos al consumidor.

Es paradójico ver las encuestas que se realizan a los consumidores en las que la mayoría de ellos abogan por consumir alimentos de procedencia extensiva o artesanal cuando, por otra parte ¿cuántos clientes son conscientes de lo que implican estas demandas? Cuando se demanda ganadería extensiva ¿hay una percepción de causa-efecto en el sentido de que cuanto mayor sea la superficie por animal el coste del alimento final será, a grandes rasgos, mayor que en sistemas más intensivos?

Y viniendo a nuestro tema, ¿percibe un consumidor medio que una producción extensiva o artesanal tiene unos mayores costes de mano de obra? Eso en el caso de que haya mano de obra disponible porque las profesiones de pastor, ordeñador u operario de granja, no son de las que demanda esa “holgura de mercado” que comentaba al principio.

Un consumidor tipo no siempre es capaz de conectar conceptos como bienestar animal o manejo “campero” del ganado con una mayor necesidad de trabajadores. Es capaz de asociar la figura del pastor con un paisaje bucólico, pero no con trabajo duro y mal remunerado. Puede (sin despeinarse) criticar el uso de tecnología en las granjas y vincularlo con el concepto peyorativo de “industrialización” mientras usa esa última tecnología en su nuevo Iphone13.

Estos días he escuchado una frase que me da mucho que pensar, “el consumidor reclama cosas que el cliente no quiere pagar”.

Estamos inmersos en una sociedad que demanda bolsos de Gucci, elige en las tiendas bolsos de Zara y los compra online en China. Pensemos, ¿qué podría salir mal si hiciéramos esto mismo con los alimentos?

 

 

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