Economía

La ordenación de granjas y la fábula de la lechuza

26/10/2021

Por Jesús López Comenarejo, director ejecutivo de Grupo Editorial Agrícola

En febrero de 2020 el Gobierno aprobó la ordenación de las granjas porcinas españolas, el pasado mes de julio le tocó el turno a las explotaciones avícolas, y ahora es el turno del vacuno de carne y leche, sectores que no disponen en la actualidad de una norma nacional en este sentido.


La propuesta, que está en estudio, como ya ocurrió con las porcino y aves, abarca dos amplias e importantes áreas: por un lado están la sanidad animal y bioseguridad de las granjas, y por otra los compromisos en materia de medio ambiente (protección del agua, aire, suelos y lucha contra el cambio climático).

Evidentemente, en normativa sobre estas materias no se parte de cero. La "no existencia" de una norma nacional sobre ordenación de las granjas de vacuno de carne y leche no implica que no exista numerosa normativa de aplicación a este sector, tanto de índole zootécnica, como de trazabilidad e identificación animal, bienestar animal, bioseguridad y medio ambiente. Eso sin contar la diversa legislación desarrollada por las comunidades autónomas. De leyes no estamos escasos, aunque sí parece conveniente e importante una armonización a nivel nacional.

Entre las medidas más destacadas que se incluyen en el borrador de la normativa (todavía en revisión, hasta el próximo 10 de noviembre) se encuentran, por ejemplo, la capacidad máxima que pueden tener las granjas de vacuno de nueva construcción: 850 unidades de ganado mayor, que equivalen a unas 725 vacas de ordeño o 1.400 terneros de cebo.

El objetivo final de esta normativa es, una vez más, colocar a nuestras explotaciones en el marco de las estrategias de 'Biodiversidad' y 'De la granja a la mesa', lideradas desde la Comisión Europea. Eso, y por supuesto, dar respuesta a las crecientes demandas de la población "altamente sensibilizada" con las explotaciones ganaderas intensivas.

El desarrollo tecnológico producido en los últimos años en cuestiones de bienestar animal y medioambiente es evidente: las nuevas granjas cuentan con sistemas de tratamiento de residuos más eficientes y profesionales, los alojamientos cuentan con mayor amplitud y requisitos de comodidad para los animales, se minimiza en lo posible el efecto sobre el medioambiente... pero quizás nunca sea suficiente.

Para explicarlo me gustaría hacerlo usando una curiosa fábula china del siglo I a.C. cuyo personaje es una lechuza que se quiere cambiar de casa.
Esta lechuza, molesta porque a los demás animales no les gustaba su graznido decidió emigrar y buscar otro hogar, pero en su camino se detuvo en un árbol donde una tórtola cuidaba su nido.
La tórtola, al ver a la lechuza, le preguntó:

– Hola Lechuza, ¿qué haces tú por aquí?
– Solo estoy de paso -contestó la lechuza-. Voy hacia el este, en busca de un lugar donde a todos les guste mi graznido. Como a muchos les molestaba, decidí irme de mi hogar y buscar otro.
– Pero Lechuza -dijo entonces la tórtola-. Eso estaría muy bien si pudieras cambiar el sonido de tu graznido. Pero este siempre sonará igual, y en todas partes encontrarás alguien a quien le moleste.
Pues bien, la lechuza son nuestras granjas, y por mucho que modulemos su "graznido", van a seguir molestando a aquellos que no quieren tenerlas cerca.

Esto no es nuevo, es simplemente la versión moderna del movimiento estadounidense de los años 80 "Not In My Backyard - No En Mi Patio Trasero", en el que la ciudadanía muestra poca tolerancia con instalaciones como prisiones, incineradoras, centrales nucleares, zonas de eventos y otras actividades que se ven necesarias pero claro, siempre mejor alejadas de nuestras casas.

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