20/12/2022
¿Qué pensaría un hombre del Neolítico sobre algo que sirve para pagar con “ceros y unos” en la “nube”? Quizás no es necesario llegar a este salto temporal tan evidente, ya que si echamos la vista 50 años atrás la reacción de cualquier persona podría ser muy similar. También sería curioso analizar cómo se produjo y cuánto tiempo llevó la implantación de cada una de las formas de pago previamente mencionadas: las dudas, el escepticismo y las resistencias que desembocaron en años de procesos, de sistemas de seguridad, de tanteo y error.
Pero analicemos cómo ha cambiado, por ejemplo, nuestra forma de consumir huevos fritos en los últimos siglos. ¿Poco? ¿nada? Como dato objetivo basta echar un simple vistazo al cuadro “Vieja friendo huevos” de Velázquez, una pintura que tiene 400 años y en la que un análisis somero nos permite darnos cuenta de cómo ha cambiado todo en la escena. Menos los huevos.
Me ha venido a la mente esta reflexión a raíz del debate y polémica acontecidos tras la aparición del huevo frito envasado de Mercadona. En mi opinión, este producto alimentario refleja perfectamente la sociedad en la que estamos inmersos, una sociedad sin tiempo para freírse un huevo pero con tiempo suficiente para dedicarlo a actividades de ocio, una sociedad a la que le cuesta pagar 3 euros por una docena de huevos pero puede pagar 1,80 euros por dos huevos precocinados, una sociedad que reclama la sostenibilidad ambiental como un valor esencial pero consume “sobre-empaquetados” sin percatarse aparentemente de su incoherencia, o una sociedad que reclama la vuelta a lo natural pero considera que un huevo no es algo suficientemente fácil de ser consumido.
Nos guste o no, los cambios llegan y nunca se van, solamente modifican su llegada, por lo que el huevo frito precocinado que los consumidores del futuro comprarán es muy probable que no sea el que está ahora mismo en las estanterías. Por ejemplo, el plástico del envase se espera que se transforme en algún tipo de fibra biodegradable, pero su uso aún no está aprobado por la legislación.
Eso sí, el inventor de este producto considera que, de aquí a tres años, nadie cocinará en su casa los huevos como lo solemos hacer hoy en día. ¿Y si tiene razón?
Volviendo a los medios de pago antes mencionados, en materia de huevo frito quizás estemos “empezando a acuñar las monedas” y tengamos por delante formas de consumir huevos fritos que aún ni siquiera imaginemos.
A algunos os sonará la palabra metaverso, ese mundo virtual al que nos conectaremos en un futuro cercano utilizando una serie de dispositivos que nos harán pensar que realmente estamos dentro de él (ahora se prueba a través de gafas de realidad virtual) ¿Alguien se puede imaginar a una persona alimentándose mediante una sonda a través de la que le llega una mezcla de perfectamente equilibrada de nutrientes mientras está cocinando un huevo frito virtualmente en el metaverso?
Si hoy en día como sector agroalimentario nos preocupa que el coste de producción del huevo sea de 10, 15 o 20 céntimos y se esté pagando los 1,80 euros mencionados por el dúo precocinado ¿nos debería preocupar a cuánto nos costará la experiencia de freír un huevo en el metaverso? Y lo que es más importante ¿tendrá esa solución nutritiva de aminoácidos y ácidos grasos un origen animal?
Nuevos tiempos, nuevas preocupaciones…