Economía

Las reglas del juego de la globalización

Vivimos tiempos de cifras récord en exportación de algunos sectores ganaderos españoles. En 2015 la producción del porcino español se aproximó a los 3,9 Mt, la mayor cifra de la historia, con un valor de 5.700 M€. Y todo esto poniendo en los mercados mundiales 1,9 Mt, casi la mitad de todo lo producido. Otro buen ejemplo es el vacuno de carne español. Nuestro sector ha exportado fuera de la UE, en el primer semestre del año, vacuno vivo por valor de más de 85 M€, gracias al buen mercado de los países árabes del arco mediterráneo. Ambos son sectores por los que, como país, deberíamos sacar pecho, ya que sus cifras mejoran nuestra balanza comercial y son culpables de que, entre 2010 y 2016, España haya recuperado toda la pérdida de competitividad respecto a la media europea que se perdió en años anteriores, permitiendo tasas de crecimiento del 3,2% (más del doble de la media europea). La otra cara de la moneda la encontramos en sectores como el vacuno de leche.

Aquí no solo la presencia internacional de España es testimonial, sino que, además, son muchas las voces que reclaman cubrir el autoabastecimiento de España antes de permitir entrar “leche de fuera”. Veamos lo que esto implicaría. Sin tener ni siquiera en cuenta que nos encontramos en un mercado único de la UE donde se garantiza la libertad de movimiento de mercancías y personas, ¿qué pasaría si los países a los que exportamos carne de cerdo o vacas de carne hicieran lo propio cerrando sus fronteras a nuestros productos hasta que ellos cubrieran su consumo con sus producciones? El panorama sería desolador, como se ha
podido ver con el cierre del mercado ruso.

La tentación de aplicar medidas proteccionistas a “lo nuestro” es fuerte, sobre todo cuando la situación de precios es dura como ha estado ocurriendo con la leche, pero en el porcino y el vacuno de carne no se “ata a los perros con longaniza” y las cifras son las antes mencionadas. Entonces, ¿qué nos falta?, ¿estructura?, ¿voluntad?.

Tomemos perspectiva

Esta tentación de cerrar los mercados a lo de fuera se disipa en cuanto hablamos de las materias primas, ya que, en este caso, tendemos a obviar su procedencia y nos es indiferente si la soja o el maíz que consumen nuestros animales proceden de países como Brasil, EE.UU. o Canadá. Simplemente los queremos de buena calidad y baratos. Y eso no pasa solo con los piensos, también con nuestro tractor, máquina de ordeño, ropa... Ahí somos menos quisquillosos, ya que somos conscientes de que la globalización juega a favor nuestro. Pues sí, démonos cuenta de que cuando en la frontera francesa se tira una cisterna de vino, esos agricultores franceses son igual de proteccionistas que nosotros, con la única diferencia de que ellos llegan a delinquir. Porque ellos acusan a España de hundir su mercado nacional, como pasa aquí con la leche.

Y, además, es importante tener en cuenta que los agricultores españoles no pueden sembrar ás que un tipo de maíz transgénico, aunque sí se permite la importación de OMGs de terceros países, lo que redunda en una diferencia de competitividad manifi esta y costes mayores. Ese doble rasero que ahora tememos con el posible cuerdo TTIP entre EE.UU. y la UE ya lo sufren ellos desde hace años. Porque éste es el juego de la globalización, al que nos toca jugar con las cartas del modelo de producción europeo.

En él, por más que nos quejemos, cada vez tienen menos cabida las barreras comerciales y se prima el reconocimiento de los productos de calidad con sello UE en los mercados mundiales. Parece evidente que, cuanto antes seamos capaces de diferenciarnos y adaptarnos al mercado y menos tiempo dediquemos al "recurso del pataleo"mejor nos irá. Hay un proverbio holandés que lo dice muy claro: “No puede impedirse el viento, pero hay que saber construir molinos”... y ellos de molinos saben mucho, pero de exportación tanto o más. 

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