07/09/2020
La lejanía que tenemos con la muerte es una de ellas. Un hecho que se ve como parte básica del ciclo vital en otras culturas se ha convertido en un tabú infranqueable en sociedades occidentales urbanas como la nuestra.
Además, en muchos casos, la referencia animal más cercana son nuestras mascotas, que llegan a ser parte de la familia. A muchos se les hace duro pensar que un animal pueda ser un alimento cuando su única referencia en este sentido es un perro, un gato o un periquito. Hay algo que muchas veces no nos planteamos. ¿Qué hemos hecho como sector para alejar a los consumidores de los animales de producción? Siempre podemos echar balones fuera y culpar en exclusiva al desconocimiento general de la sociedad media o a las modas de las cifras decrecientes del consumo de carne, pero nuestra forma de actuar como sector, en mi opinión, ha influido decisivamente aunque haya sido de forma involuntaria.
La misma intensificación de la producción ganadera ha tenido su influencia: hoy es necesario que nuestras granjas sean más grandes para ser rentables. Nuestra ganadería está en manos de menos personas, y por tanto son muchos más los ajenos a ella que hace 50 o 60 años.
Hacer atractivas las salidas profesionales relacionadas a los animales de producción entre los jóvenes tampoco es sencillo. Entre otras cosas los animales huelen mal y el trabajo con ellos suele ser duro. Además, el ganado necesita cuidados todos los días del año, algo que choca a grandes rasgos con un modo de vida moderno en el que los fines de semana y las vacaciones tienen valor diferencial.
Desde la industria cárnica también se ha hecho mucho por alejar de forma involuntaria a los animales del consumidor. Atrás quedaron las presentaciones de las carnicerías de toda la vida en la que los animales colgaban enteros y en los cortes se adivinaba el animal del que procedían.
Hoy la compra de carne está cada vez más enfocada en ser una compra “sin remordimientos”. Personalmente he llegado a ver un envase de “burguer meat” en el que lo más cerca del animal que estaba la carne es que tenía forma de ratón Mickey.
Nuestras propias empresas fabrican o invierten en alternativas “veggies”, “carnes de laboratorio” o hacen campañas de publicidad de productos cárnicos en las que no aparecen animales. Al fin y al cabo el mercado es el mercado y hay que ofrecer al consumidor lo que pide, ¿no?
Todos estos puntos convierten al consumidor medio en campo abonado para la desinformación de los grupos activistas veganos, a los que no les falta capacidad de movilizarse y en los que su fuerza radica en convicciones inamovibles. ¿Qué se puede hacer una vez llegados a este punto? Primero será necesario tener una visión de cadena del sector cárnico con objetivos comunes entre los diferentes eslabones y “comunicar, comunicar y comunicar”. Aquí las Interprofesionales, con sus acciones dedicadas a formar a los jóvenes, tienen mucho que decir. “Detectives de la carne”, desarrollada por Provacuno e Interovic en Mercamadrid, o la recién lanzada Let´s Talk About Pork From Europe (“Hablemos de la carne de porcino europea”), lanzada por Interporc, son iniciativas esenciales para explicar a los más jóvenes nuestro modelo de producción.
Nos jugamos el futuro.