15/01/2021
En la web del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación se define la bioseguridad como “conjunto de medidas, tanto de infraestructura como de prácticas de manejo, puestas en marcha con el fin de evitar o reducir el riesgo de entrada de enfermedades infecto-contagiosas y parasitarias, y su posterior difusión dentro de una explotación o hacia otras explotaciones ganaderas”.
Pero, como no podía ser de otra forma, cada ganadero, cada técnico sectorial, incide en uno u otro aspecto de esa definición más “académica”. Los hay como Paula Sánchez, técnico de la organización agraria UPA, que apuesta por el enfoque sanitario: “El más vale prevenir que curar de toda la vida. La bioseguridad va muy enfocada en esa línea”. Algo parecido a lo que destaca Jaume Bernis, responsable del sector del Porcino de la organización agraria COAG: “Bioseguridad quiere decir que tienes que mantener dentro de tu explotación ganadera el máximo equilibrio sanitario para que los cerdos estén lo más sanos posible”. Otros, como el técnico del Departamento de Innovación en Producción Primaria de Especies Cárnicas de la cooperativa COVAP, Diego Ruiz, destacan su papel como vertebrador de toda la actividad ganadera: “Está integrada en el paquete de trabajo de cualquier granja”. Por su parte, Joaquín Antonio Pino, veterinario y presidente de Asaja Ávila, se queda con sus efectos más visibles sobre la actividad ganadera: “La bioseguridad es lo que nos permite producir con calidad, con altos estándares de calidad. Y lo que nos está permitiendo comercializar nuestros alimentos, no solo en España, sino también abrir nuevos mercados”.
Una necesidad
Olga Mínguez, jefa de Servicio de Sanidad Animal de la Junta de Castilla y León, recuerda que esta apuesta no es casual. Si en España y en Europa hemos optado por esta estrategia es porque en las últimas décadas pocos sectores de nuestra ganadería se han librado de crisis sanitarias más o menos agudas: “En ganado porcino, en España, fue la peste porcina africana, sin lugar a dudas. Cambió la estructura de ese sector de una forma brutal. En el año 2000 el mal de las vacas locas significó un antes y un después. Luego, durante estos años hemos tenido el runrún de la tuberculosis bovina. Y¡ojo! no olvidemos el mazazo económico que supuso para el sector bovino la brucelosis, que ahora parece olvidada. Aquello fue muy fuerte. En avicultura, por supuesto, la influenza aviar”.
Pero lo más importante para el presidente de Asaja Ávila no es tanto lo que sufrimos, sino lo que aprendimos: “Lo ha cambiado todo. Han cambiado todas las instalaciones y todas las técnicas de producción. Incluso la manera de entender la producción animal en cualquier sector".