En esta Tertulia se han intercambiado multitud de ideas. Salgo con la sensación de que el sector de la producción animal español se encuentra en materia de bienestar animal en un punto del mar en el que "no hace pie", y quizás vayamos camino de que la palabra "bienestar animal" sea una expresión casi vacía de sentido, como lamentablemente ya lo son "natural" o "sostenible", pero estamos en medio del vendaval.
Las dudas que han surgido en el debate son muchas: la ausencia de la ciencia como herramienta en la toma de decisiones políticas, saber cómo combinar las estrictas normas UE con las más laxas de terceros países sin perder competitividad... pero también ha habido luces, como la unanimidad a la hora de reconocer el problema de la distancia que separa al consumidor de la producción de sus alimentos de origen animal, o la necesidad de educar a nuestros jóvenes para reducir esta brecha. En definitiva un foro del que estamos orgullosos.
Entrando en materia, muchas veces culpamos de esta brecha al que podríamos llamar "efecto Disney", esto es, la dificultad de comer carne si imaginas que procede de un animal al que solamente has visto en tu vida como dibujo animado caracterizado como un ser humano. Es cierto que este efecto no ayuda precisamente, pero ¿y si toda la culpa no fuera de las productoras de animación? El sector agroalimentario no es muy dado a mostrar la realidad de la cría animal, a hacer jornadas de puertas abiertas. El único contacto con los animales que muchos de nuestros futuros consumidores tienen queda en la granja escuela que visitaron con 4 años, que casi nunca es una granja de producción real.
Mostremos nuestras granjas, trabajemos por una mayor transparencia de nuestros procesos, pero en materia de carne hay un tema ineludible: deberíamos hablar sobre la necesidad de sacrificar un animal si queremos comer su carne. Porque muchas veces, incluso desde el propio sector, somos extremadamente tibios en este sentido. Un animal de producción hay que criarlo con todo el respeto del mundo, transportarlo con todas las garantías y medidas de seguridad y bienestar que sean necesarias y sacrificarlo con la mayor humanidad posible, pero habrá que hacerlo y contarlo.
Las cosas se ven mejor con un ejemplo. Muchos aún recordamos aquel anuncio de los años 90 sobre productos de higiene femenina cuyo lema era ¿a qué huelen las nubes? El mensaje caló y permanece en el tiempo pero también sirve como ejemplo de cómo no hablar claramente de un tema permite perpetuar los mitos y bulos que surgen sobre él.
No querer afrontar la realidad de que hay que contar al consumidor que los animales mueren para alimentarnos es una opción, pero usando la analogía del anuncio de compresas, sería como seguir hablando de risas, nubes, ligereza y colores pastel para explicar la menstruación. Si una niña tuviera ese anuncio como única referencia, la realidad sería mucho más dura que una explicación previa más real. Y no olvidemos una cosa, cada vez hay más colectivos "anti cría animal" deseosos de mostrarnos con toda la crudeza del mundo sangre, mucha sangre
O cogemos al toro por los cuernos o nos arriesgamos a una pérdida irreparable de consumidores, comuniquemos pero sin tabúes...