25/10/2022
Marta Fernández, periodista agroalimentaria
El peligro que representan para la salud pública global las resistencias a los antimicrobianos ha obligado al sector a cambiar el paso, porque el uso sin control no es posible. Las bacterias amenazan con ganar la batalla. En la práctica se traduce en que cada año se eleva el número de muertes por infecciones hospitalarias, y los expertos calculan que, de no revertir esta situación, en 2050 podríamos llegar a 10 millones de fallecidos a nivel mundial.
Solo en nuestro país se contabilizan alrededor de 4.000 muertes cada año como consecuencia de infecciones provocadas por bacterias resistentes, el cuádruple de las causadas por accidentes. Ante esta situación, en el ámbito de la sanidad animal, la línea de trabajo a seguir pasa por no abusar del uso de antimicrobianos y administrarlos solo cuando sea estrictamente necesario.
Para conseguirlo, en el año 2014 la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) impulsó la creación del Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN) como respuesta a la Comunicación de la Comisión Europea del 17 de noviembre de 2011, que solicitó a los Estados miembros un Plan de Acción sobre Resistencias Antimicrobianas, así como a las Conclusiones del Consejo de la UE del 29 de mayo de 2012.
Esta fue la primera estrategia de lucha y orbita en torno a seis áreas de trabajo comunes para la salud humana, veterinaria y medioambiental, de acuerdo con un enfoque integral de una sola salud (vigilancia, control, prevención, investigación, formación y comunicación).
A ello se suma el concepto One Health y compromete a todas aquellas áreas que, de una forma u otra, tienen que ver con el estado sanitario del animal, como son el manejo, la alimentación, las condiciones higiénicas de las instalaciones
y el impacto ambiental de esta actividad.
El propio Reglamento 2019/6 sobre medicamentos veterinarios, que entró en vigor el pasado mes de enero, introduce pautas muy concretas sobre el uso de antibióticos y especifica que no se utilizarán de forma rutinaria ni para compensar la falta de higiene, de cuidados o una cría inadecuada. Pero además de antibióticos, el reglamento también profundiza en el uso de antimicóticos, antivirales y antiprotozoarios.
Y por supuesto, también la estrategia “De la granja a la mesa” y la PAC, reconocen la existencia de esta amenaza e instan a reducir la venta de antimicrobianos en veterinaria. Con este escenario, el sector sí o sí tiene la obligación de buscar alternativas. Y de momento todos los indicadores señalan que el camino es el de la prevención. Porque si algo hemos aprendido de la pandemia es la gravedad y el impacto que tiene la ausencia de cura frente a la enfermedad.
Despejando incógnitas
Aunque parezca de Perogrullo, no está de más recordar qué son los antimicrobianos. Tal y como detalla Cristina Muñoz Madero, coordinadora del PRAN en Sanidad Animal, “son un grupo de agentes o sustancias capaces de inhibir o matar a un microorganismo”. Dentro del grupo de antimicrobiamos están los antibióticos, los antiprotozoarios, los antifúngicos y los antivirales.
“La legislación no habla de reducción de antibióticos, sino de reducción de antimicrobianos” aclara la responsable del PRAN.
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